Este periódico escolar nace como una aventura en la que un grupo de alumnos y de profesores quieren explorar las posibilidades de las herramientas de comunicación que existen en Internet. Está abierto a la colaboración de alumnos y profesores de nuestro Instituto.
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miércoles, 2 de julio de 2014

CORAZÓN MECÁNICO

Lentamente, Mara se despertó. La penumbra que cubría su habitación la hacía sentirse relajada, pero nada podía hacer que olvidara lo que aún resonaba en sus oídos. Un extraño ruido de engranajes moviéndose, chocando entre sí, haciendo funcionar algo. Suspirando, se levantó y al hacerlo su largo cabello negro cayó en suaves ondas por su espalda. En su habitación únicamente había una ventana cubierta por cortinas, las cuales dejaban que se filtrara un suave rayo de luz. Alzó la mano hacia él… y la retiró inmediatamente.
-“¿Qué ha sido eso?”- se preguntó.
Al pasar su mano por el rayo de luz había visto un destello “metálico”. El ruido de los engranajes comenzó a hacerse más intenso. Dispuesta a averiguar qué había pasado, Mara abrió las cortinas. Y al hacerlo, toda la luz de aquel nuevo día cayó sobre ella, haciéndola brillar, como si de una estatua de metal se tratase. El ruido en sus oídos aumentó hasta hacerse insoportable y Mara gritó antes de desmayarse. Lo primero que vio al abrir los ojos fue el rostro de su madre. Hacía ya un tiempo que sus padres actuaban de forma extraña. Ya no la saludaban con un beso después de salir del instituto; es más, apenas hablaban. Mara pensaba a menudo que ya no la querían. Pero en aquel momento en los ojos de su madre latía una intensa preocupación. Pensó que la abrazaría o que al menos le preguntaría si estaba bien. Pero lo único que hizo fue apartar la mirada y murmurar:
-Vas a llegar tarde.
Mara cerró los ojos, dolida. Pero se sobrepuso y se preparó para ir al instituto, pensando que lo de antes solo había sido un sueño y el ruido que escuchaba en sus oídos lo atribuyó a algún problema auditivo.

Cuando al fin llegó a clase observó que había cierto revuelo. Entre el barullo distinguió a su amiga Clara.

-¿Se puede saber qué está pasando?
-¡Todos los diccionarios han desaparecido!-le dijo Clara, gesticulando mucho al pronunciar cada palabra.

-¿Los han robado?-preguntó Mara sin mucho interés.
-Creemos que sí, pero no es solo aquí, ¡mira!- dijo Clara, mostrándole la portada de un periódico.

-“Desaparecen misteriosamente todos los diccionarios del planeta”-leyó Mara en voz alta.

-¿Lo ves? ¡Es grave!
-Los periodistas siempre exageran.
-Incluso aunque no hayan desaparecido absolutamente todos, la mayoría sí que se habrá esfumado-replicó Clara.

-¡Hola chicas!
-¿Os habéis enterado de la noticia?
Mara le mostró el periódico en una respuesta muda.
-¿Qué me darías…- le preguntó Mara a Javier-…si aún quedara algún diccionario en mi casa?
Javier se inclinó hacia ella.
-Un beso.
-¿Solo eso?- se quejó.
Javier se acercó todavía más
-¿Solo?
Mara tragó saliva, no podía ganar a aquellos penetrantes ojos grises.
-De acuerdo-aceptó finalmente- Venga, vámonos, de todas formas no creo que nadie se dé cuenta.
Al llegar, Mara se sorprendió al ver el coche de sus padres allí, ya que nunca estaban en casa a esa hora. Cuando entraron, Mara vio a su madre tumbada en el sofá, agarrando fuertemente un libro. No se detuvo a mirarla mucho tiempo y, haciendo señas a Javier y a Clara para que no hicieran ruido, se dirigieron al estudio. Pero no estaban preparados para lo que iban a encontrar allí. Nada más abrir la puerta, una tromba de libros, diccionarios para ser más exactos, cayó sobre ellos. Al levantarse, observaron sorprendidos que todos estaban en blanco. A pesar de todo el ruido que habían ocasionado, la madre de Mara seguía sin despertarse. Entonces observó el título que tenía el libro que su madre agarraba tan desesperadamente en sueños. “Proyecto Mara”. Mara lo cogió y cada palabra que leía se clavaba en su mente como miles de agujas afiladas. Era un diario científico de cómo se creó un robot con aspecto de una chica de 16 años. En él se explicaba cómo se le implantaban recuerdos falsos de su infancia y cómo creaban la forma del robot. Pero habían descubierto que la única forma de hacer que funcionara su corazón mecánico era robando significados de palabras, lo cual hacía que cosas como el brillo metálico de su piel desapareciese. Las últimas notas contaban que el efecto había ido desapareciendo y que cada vez le tenían que dar más y más palabras. Los tres se quedaron mudos. Mara estaba conmocionada. Pero, de repente, Javier la besó.
-Tenía que cumplir mi promesa-dijo.
Mara sonrió y ante los ojos de Clara y Javier, se deshizo en millones de significados de palabras.

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viernes, 23 de mayo de 2014

Concurso de Relatos 2014 - Categoria A: Fuego de mi chimenea

Observo el hipnotizante fuego de mi chimenea, siempre soñé con esto, estar en paz y soledad, sin nadie que me moleste, sin nadie que interrumpa mis extraños pensamientos, sin problemas, sin preocupaciones… Ahora a mis 86 años me he dado cuenta de lo ingenuo que era, ahora es cuando de verdad hecho en falta una esposa con la que tomar el té, y pasear por las estrechas calles de la medina,pero ya, ya es demasiado tarde para esto.


Enciendo mi pipa y le doy una calada,  una  lágrima recorre mi mejilla.  Recuerdo  cuando  era  joven,  la  década de los 10 fue la mejor para mi, aquellas grandes aventuras vividas fueron inolvidables.

Dejo mi pipa a un lado, pienso que ya ha llegado el momento de recordar, me quedo sentado pensando, y al  fin, me dirijo hacia mi  jardín; no es bonito,  ni grande, solo un simple jardín.
       
Cojo mi pala, que se encontraba al lado derecho de la puerta que da a la calle y sin pensarlo, me pongo a cavar. Estoy muy ilusionado, pero mis esfuerzos son en vano,  ya que mis brazos, no son lo que eran antes.

Por fin, doy con ella, mi cápsula del tiempo, la enterré ahí hace 15 años, y al fin
volveré a ver lo que hay en ella.  Me  dirijo  hacia  mi  habitación,  me siento en la cama y  observo  con cautela aquella pequeña caja plateada; me decido a abrirla, y lo primero que veo, es la carta que le escribí a mi difunta madre antes de alejarme de ella, después de  eso, nunca regresé a mi país de origen, nunca volví a verla. Despliego la carta con cuidado y leo:
     
“Madre, llevo mucho tiempo soñando esto, puede que sea debido al influjo que el poder de los magos de oriente ejercieron sobre mi durante algún momento de la infancia que ahora no sería capaz de recordar, o la simple huella de aquellas fantásticas aventuras de tipos de nombre tan extraño como Simbad, no lo sé, pero lo cierto es que finalmente y casi sin quererlo, me veo aquí sentado comenzando el relato de un viaje a Oriente, el mío. 

No sé madre, si algún día regresaré, si algún día volveré a ver su preciada sonrisa, lo único que sé, es que llevo mucho años ocultando mi sueño, echando la mirada atrás pensando que podría ser imposible, con miedo a hacer una vida de persona normal y corriente, dormir comer y trabajar, eso madre, a mi no me llena, quiero morir con la tranquilidad de haber hecho algo en esta vida, de haber puesto mi granito de arena en este inexplicable mundo. 

           
Ahora madre, debido a la grandiosa oferta que me ha ofrecido mi gran amigo Mohamed, nos iremos surcando los cielos de este mundo hasta llegar a aquellas ciudades, donde el olor de las mas ricas especias es lo que inundará mi mente. Madre, le  prometo que le escribiré en cuanto me sea posible, ahora me toca volar hacia mi destino, vivir una aventura, deséeme suerte”

   
Después de esto, mi madre no volvió a saber nada de mi, no tuve ni tiempo ni dinero para enviarle una simple postal, y al cabo de los años, cuando por fin le envié una carta a su dirección, el cartero la trajo de vuelta, comunicándome que la remitente había fallecido.

Guardo la carta  a mi madre en la cajita, y sigo en busca de esos sentimientos perdidos al cabo de los años. En el fondo de la caja, veo una foto en la que mi amigo Mohamed y yo estamos en el arenoso desierto el Sahara, le hecho  de menos, no hace más de 20 años que sucedió todo si no recuerdo mal fue alrededor del año 1921, perdí a mi único amigo, al único que podía llegar a llamarle hermano. Todo ocurrió en el Rif, uno de esos sitios donde siempre se vuelve, al menos uno, que nunca tiene suficiente con las sonrisas que ofrece esta comarca.

Pasamos dos años en este fantástico lugar, nos adentramos en sus montañas
compartiendo tés y profundas charlas a la luz de las estrellas, hasta que al llegar un día, empezó la guerra. Mohamed y yo tratamos de huir de este sitio, ya que balas y cañonazos era por así decirlo, lo más entretenido de ver en esta región, y en nuestro intento de huida, una bala atravesó el pecho de mi amigo. Intenté ayudarle, pero no pude hacer nada por él, era demasiado tarde, Mohamed murió ante mis propios ojos. Lo traje a enterrar aquí, en estos momentos, vivo en un pueblecito que se encuentra al sur de Tetuán, este pueblo lleno de infinitas calles azules y grandes zocos es conocido por el nombre de Chef-­‐Chaouen. Todos los días voy a ver a mi amigo al cementerio, y le cuento lo más interesante que me a pasado en el día, aunque últimamente, lo único que dispongo para contar son los chismes que me relatan sobre el rey de Marruecos, mi vida ahora, no es que digamos, muy interesante.

Me cambié de religión 10 años más tarde de llegar a este sitio, no es que esté, muy interesado en el Corán ni en Alláh , ni en ninguna de las historias de sus profetas, pero pensé que estaría bien conocer costumbres nuevas como las musulmanas.

Eso si, ni rezo 5 veces al día ni me privo de comer carne o beber vino, pero no
todos los días se puede decir que ahora, si quisiera, podría tener hasta tres mujeres, pero bueno parece ser que la suerte, no ha estado de mi parte. Ahora también puedo entrar en las mezquitas para rezar, que eso para mi es una excusa para poder salir y no quedarme todo el día encerrado en casa.

Cierro la caja, y la pongo en mi bolsillo con cuidado de que no se vuelva a abrir, ya que tiene el cierre oxidado, supongo que será, del agua que hecho en la tierra para regar mis escasas plantas. Cojo mi bastón y me miro en el espejo del salón, soy viejo, arrugas son lo que más destacan en mi.

Me pongo el abrigo sin dejar de mirarme y me dirijo hacia la puerta de mi casa. La abro con cuidado, y empiezo a andar por mi calle cuesta arriba.  Mi espalda lo empieza a notar. Veo a niños correteando por las calles, jugando sin miedo a romperse algún hueso de sus frágiles cuerpos. Están delgados, demasiado para mi gusto . Este pueblo no es muy pobre, pero respecto a la alimentación no es muy bueno.

Llego por fin a la plaza principal que está rodeada por las calles de la medina, y sin mas dilación, me siento  a los pies del árbol milenario que se encuentra junto al sitio donde se ponen las chicas jóvenes a tatuar con henna, los brazos y piernas de los turistas.


Entonces se me acerca una niña, a la vista está de que es  muy pequeña a pesar de que ya lleva puesto el hiyab, que es el pañuelo  con el que toda mujer musulmana debe cubrirse el pelo por respeto a su padre, o si están casadas, a su marido. La verdad eso es algo que nunca entendí.

-­‐ Sala malecun –me dijo la niña
-­‐Malecun sala-­‐ le respondí yo con una sonrisa. 

Entonces ella alargó su delgada mano y me dio algo, era una oruga. Sin entender nada, le dije gracias por decirle algo, y la niña se fue dando saltitos hasta los brazos de su madre. Cada día entiendo menos a la gente. Suelto la oruga, no me serviría de nada guardármela así que la dejo ser libre. Saco la caja de mi bolsillo y cojo el siguiente papel que me encuentro en ella. Esta vez era el papel de mi testamento.

Hace unos 16 o 17 años que lo firmé, ya que no tengo a nadie, le dejo mis propiedades al banco, aunque no creo que sirvan de mucho, ya que lo único que
poseo es mi humilde casa a las afueras de Chaouen y no más que una docena de dírhams en mi bolsillo, al menos espero que les sirvan a alguien de buena cabeza.

Sin resistirme más me dirijo a la tetería que se encuentra a solo unos 30 metros de donde me encuentro, pero antes entro en la pastelería donde venden los maamoul más buenos de todos Marruecos. Estos pasteles son unas galletas dulces rellenas de exquisitos dátiles. Al fin me encuentro en la tetería. Tomo mucho té al día, y a pesar de eso sigo teniendo mis dientes perfectos, tal y como los tenía cuando era joven, tengo mucho cuidado respecto a mi higiene. Los demás musulmanes no pueden decir lo mismo, ya que la mayoría tienen los dientes tan negros como el mismísimo carbón, eso se produce por la gran cantidad de azúcar que lleva el té moruno.


Me siento en una silla de fuera, y como siempre ya servido el té, las abejas acuden a él, no unas simples abejas, si no unas bastante grandes y negras que con solo un pinchazo podría causarte una de las más dolorosas enfermedades. Cualquiera diría que llevo 20 años aquí, pero sigo sin aguantar a estos repugnantes insectos.

Desenvuelvo galletas y me dispongo a comerme una de ellas. Degusto con ganas cada bocado ya que uno, nunca sabe cuando se puede volver a encontrar con este delicioso manjar. 

Ahora veo  a una mente curiosa que intenta intimidarme con su mirada, se trata de un chaval joven que me observa desde la mesa de enfrente. Se nota que es un mendigo, ya que usa trapos como ropa y se nota que ya lleva unos cuantos días sin comer a causa que no puede parar de mojarse los labios al ver mis deliciosas galletas encima de la mesa. Le ofrezco  sentarse conmigo y le invito a un deleitoso té.

Él lo acepta con ganas y no se reprime en coger unos de mis maamout, me sorprende ver que este chico no se asombra de las abejas ya que le ha picado una y él no ha movido ni un dedo. -­‐Sokram, sokram-­‐me repite una y otra vez sin parar, parece muy agradecido. Yo agacho la cabeza en modo de aceptación y el chico desaparece con una enorme sonrisa en la cara.  Parece que hoy estoy haciendo reír a la gente, bueno, no está mal hacer una buena acción diaria al día. Me rio conmigo mismo, y me dispongo a levantarme de la silla y a pagar las dos bebidas.

Ahora, me dirijo a ver a mi amigo al cementerio municipal, es bonito, pero por
desgracia no todo el mundo puede tener el placer de enterrarse allí. Aquí no tienen seguro de vida, es demasiado comprometido pagar todos los meses por algo, que como dicen aquí nosotros ya no lo vamos a vivir.

Llego a la lápida de mi amigo, las rosas que le dejé la semana pasada se han secado, están marchitas. No se por qué de repente noto una gran presión en mi cabeza pero no le hecho cuenta, solo empiezo a contarle a Mohamed las cosas que me han pasado en este extraño día, le cuento empezando por lo de que por fin  desenterré mi capsula del tiempo, siguiendo por lo de la niña y la extraña oruga, y terminando por el chico que se comió mis maamouts. Entonces me empiezan a pesar los músculos y vuelve la presión a mi cabeza. Me siento junto a la lápida de mi amigo y rendido, empiezan a pesarme los ojos.   Ahora entiendo a la niña, antes era una oruga, inocente, con sueños con ilusiones que creería que nunca llegaría a cumplir.
 
 Y al fin llegó el momento que decidí madurar, de evolucionar convirtiéndome en mariposa, y sí, cuando salí de mi país sentía que volaba.  Todas las aventuras que viví, todo lo que hice, todo lo que aprendí. Ahora, ahora ya ha pasado todo, pero pensándolo bien esto, es lo mejor para mí, volveré a ver a Mohamed, volveré a ver a mi madre, me reuniré con la gente caída en todas las batallas. Ya no voy a aguantar mucho más, miro como puedo de lado a lado, no se por qué empiezo a reír, es una risa sin vida ya que no puedo hacer apenas una simple mueca, y al fin, me despido de la vida y saludo a la muerte.

Lo último que pienso es en que vida, ha sido una aventura,  ha sido un sueño...

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Concurso de Poesía 2014 - Categoria A: Palabras viejas

¿Dónde están mis katiuskas?
dijo de manera brusca
a su esposo Doña Juana

¡Me ha robado el aguamanil
que era de porcelana!
No lo voy a consentir
porque no me da la gana.

¡Esto es el acabose!
así que apaga el candil
y vamos en busca del alguacil.

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Concurso de Poesía 2014 - Categoria A: La Golondrina

Vuela,vuela,golondrina,
vuela al son de una guitarra.
Vuela,vuela,golondrina,
por la campana de la Giralda.

Vuela,vuela,golondrina,
blanco y azul el mediodía.
Vuela,vuela,golondrina,
vuela con mucha alegría.

Vuela,vuela,golondrina,
por la iglesia de Santa Ana.
Vuela,vuela,golondrina,
por la calles de Triana.

Vuela,vuela,golondrina,
batiendo las alas al cielo.
Vuela,vuela,golondrina,
adonde esté mi pobre abuelo.

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jueves, 22 de mayo de 2014

Concurso de Poesía 2014 - Categoria A: Mi mejor amiga

Mi mejor amiga
es la más bonita,
que para poder describirla
he tenido que mirar más allá de su sonrisa:
sus ojos color marrón
están llenos de ilusión,
su cabello dorado
es como un día de verano,
su gran belleza exterior
es igual que la interior,
sus hermosos sentimientos
son fantásticos cuentos,
su valioso corazón
tiene una buena intención,
por no olvidarnos de que yo su nombre escribiría
en el cielo azul cada día,
yo espero que no se me haya olvidado nada
porque ella para mi es como una hermana.

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